1. La intuición y el mundo corporativo: Cómo pasé de ‘loca freaky’ a experta estratégica
Dejemos algo claro: la intuición no tiene nada de mística. Es esa sensación que te dice que algo va a funcionar, aunque no tengas un PowerPoint de 40 páginas que lo respalde. Y créeme, la intuición fue mi mejor aliada en el mundo del marketing.
Recuerdo una vez, trabajando para una de esas grandes corporaciones, cuando tuve una idea para una campaña. Algo en mi interior me decía que sería un éxito. Lo sentía. No había datos, no había KPIs, pero sabía que funcionaría. El problema era que mis jefes no querían feelings, querían números. Así que, ¿qué hice? Inventé los KPIs. Sí, creé un montón de métricas falsas para justificar mi idea, porque si les decía “es que lo siento en mi alma”, probablemente habrían llamado a Recursos Humanos o a la DEA.
¿El resultado? La campaña fue un éxito rotundo, y todos me felicitaron por mi “estrategia basada en datos”. ¿El secreto? Aprender a confiar en esa vocecita interna que, aunque a veces suena loca, suele tener razón.
2. Espiritualidad: No necesitas un retiro en la India, solo un respiro en tu día
No me malinterpretes, amo los retiros espirituales. De hecho, he estado en más de los que puedo contar: medité con monjes en Tailandia, aprendí ayurveda en India, y hasta hice rituales chamánicos en la selva amazónica. Pero si crees que necesitas hacer todo eso para “ser espiritual”, déjame sacarte de esa idea.
La espiritualidad no está en la jungla; está en las pequeñas cosas de tu día. Como cuando te tomas un café antes de esa reunión infernal y decides respirar profundo en lugar de empezar a planear un asesinato. O cuando logras escuchar realmente a un compañero en lugar de desconectarte mentalmente porque no deja de hablar de su fin de semana.
La clave está en integrar momentos de calma e intención en el caos diario. No necesitas un retiro de 10 días; a veces, 10 segundos de respiración consciente hacen el truco.
3. Prácticas espirituales para sobrevivir al trabajo (y a la vida)
Porque sé que te gusta lo práctico, aquí van algunos trucos que uso para mantenerme centrada, incluso en los días más caóticos:
1. La respiración salvadora:
Antes de una reunión difícil, tómate un minuto para hacer 3 respiraciones profundas. Inhala en 4, aguanta en 4, exhala en 6. Funciona, te lo prometo. Es como reiniciar tu cerebro en modo zen.
2. Tu “momento sagrado” diario:
Agenda 10 minutos para ti en tu calendario, como si fuera una reunión importante. ¿El objetivo? Reflexionar, respirar, o simplemente mirar por la ventana sin sentir culpa.
3. Di “no” con elegancia:
La espiritualidad no significa aguantarlo todo. Aprender a decir “no” sin sentirte mal es una de las cosas más liberadoras (y espirituales) que puedes hacer.
4. Un mantra para reuniones tóxicas:
Cuando estás en una junta que parece interminable, repite mentalmente: “Esto también pasará”. Es simple, pero ayuda a no perder la cabeza.
4. Espiritualidad y ambición: Sí, son compatibles
Te lo digo yo, que viví años en el mundo corporativo escalando posiciones y lanzando productos y aplicaciones que seguramente usas hoy. La espiritualidad no está peleada con el éxito; de hecho, es tu mejor aliada.
Cuando comencé a integrar prácticas espirituales en mi día a día, noté que no solo estaba menos estresada, sino que también tomaba decisiones más acertadas. Porque cuando estás conectado contigo mismo, puedes ver las cosas con más claridad, incluso en medio del caos.
5. ¿Cómo empezar?
La espiritualidad no es algo que haces aparte, es algo que integras en tu vida. Aquí tienes algunas ideas para empezar:
- Crea una pausa diaria: Tu café de la mañana puede ser un momento para reflexionar en lugar de revisar el correo.
- Haz preguntas poderosas: Antes de reaccionar en una situación difícil, pregúntate: “¿Cómo puedo responder desde la calma?”
- Agradece más: Sí, incluso al compañero que siempre olvida apagar su micrófono en las videollamadas.
6. ¿Quieres saber más?
En mi próximo libro, Espiritualidad para Principiantes, hablo de todo esto (y más) con historias reales, herramientas prácticas y un buen toque de humor. No necesitas convertirte en un monje ni mudarte a un ashram para vivir con más propósito. Solo necesitas dar pequeños pasos que, con el tiempo, pueden cambiarlo todo.